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Capitalismo: Esposas, brujas y putas

Escribe Daniel Mathews

Publicado: 2021-11-06

Durante mucho tiempo la familia era una unidad productiva. Hasta ahora es así en ámbitos rurales. Con el capitalismo se crea una nueva división del trabajo sexual. Y con ello un triple encierro. El varón pasa a servir a la máquina y al capital (ojo que no es la máquina la que sirve al hombre). Por eso la primera rebelión de los trabajadores, primitiva aún, fue el ludismo. Un movimiento inglés de los años 1811 y 1816 contra las máquinas. Los niños encerrados en el colegio. Un espacio donde lo primero que nos enseñan es a respetar la autoridad.  Recordemos la descripción que del colegio hace Arguedas:

Y el colegio era siempre un local grande, donde profesores y alumnos nos encerrábamos para estudiar tantos cursos: Química, Física, Matemáticas, Geografías, Historia, Anatomía, Botánica. De lo que había fuera de ese local nunca hablabamos. Del Perú sólo sabíamos una "narración escueta de los sucesos pasados" y una lista de sus ríos, lagos, montañas, provincias y mesetas

Y las mujeres encerradas en la casa encargadas de la reproducción de la fuerza de trabajo. 

Durante mucho tiempo se contó la historia por separado. Por un lado los historiadores y científicos sociales hablaban de la transición al capitalismo, la acumulación del capital, la colonialidad. Aquellos que querían cambiar las cosas no se referían a la mujer o si lo hacían era como un "problema que se resolverá después". Por el otro las feministas se referían al patriarcado como un ente ahistorico,  existente desde tiempos inmemoriales, en los que había cambiado vez tras vez la sociedad pero el "poder del hombre sobre la mujer" era una constante. De ese modo se ahorraban el trabajo de enfrentar otros problemas sociales que no tuvieran que ver con el genero.

Fue Silvia Federicci la que entendió las limitaciones de una historia así contada y que nos habla de la mecanización del cuerpo proletario. Que en el caso de los varones supone la alienación laboral y en el de las mujeres convertirlas en una maquina de producción de nuevos trabajadores. Lo que, obviamente, no acaba con el acto de dar a luz sino con el trabajo de cuidados.

Por supuesto que se puede incorporar a la mujer al trabajo fabril. Si queda encerrada en la casa no sólo es para que produzca trabajadores. Ese encierro produce también un enorme ejército laboral de reserva. De modo que cuando sale a trabajar comparte la misma mecanización de los varones sin perder la propia. Mecanizada dentro y fuera de la casa. Hubo un tiempo en que los varones protestaban contra las mujeres que quitaban puestos de trabajo. Luego se puso como reivindicación feminista su incorporación. Ambas posturas se quedan en el limite de lo existente. Es necesario cuestionar la alienación laboral, tanto la fabril como la domestica.

Pero Federicci va más allá en su historiar. La mecanización del cuerpo de la mujer supuso la destrucción de una serie de saberes. La persecución a las brujas en realidad era el sometimiento a las portadoras de estos saberes. Lo que hasta hoy conocemos como "los secretos de la abuela" es un repertorio de formas médicas no medicamentosas que se conservan por tradición oral. Se puede hacer un paralelo interesante con los saberes indígenas. Es conocido que el primer quemado en la Inquisición en el Perú fue Mateo Salado, un médico que fue a vivir con los indígenas de la cultura Limac para aprender de ellos. Pero esos conocimientos también eran pacto con el diablo.

Por cierto no sólo se persiguió los saberes femeninos. El poder acusaba de brujería a toda mujer que se saliera de los moldes que se establecían. El clima de intolerancia se unía a las acusaciones personales por lo que muchos pleitos de tierras, herencias y otros litigios se resolvieron con la fácil acusación de brujería. Por cierto esto supuso una mayor concentración de tierras y en general poder económico en manos masculinas. 

Por último pero no menos importante, el capitalismo no solo mecanizó el cuerpo, lo convirtió en mercancía. La venta de fuerza de trabajo es exactamente eso: venta de fuerza muscular, de fatiga cerebral, de cuerpo. En el caso de las mujeres esto devino en prostitución, la venta del placer sexual que la mujer puede producir. Resulta engañosa la frase "el oficio más antiguo del mundo". Si revisamos textos antiguos, la Biblia por ejemplo, se tilda de prostituta a la lujuriosa. Pero las trabajadoras sexuales de hoy no son lujuriosas. Nuevamente son expresión de la mecanización del trabajo. Es satisfacción de necesidades primarias.  

Superar el capitalismo no se queda en una mejor distribución de la riqueza. Ese fue el error del "socialismo real". Acabar con el capitalismo es un problema principalmente cultural. Es terminar con la mecanización del trabajo y crear a partir de eso una nueva relación entre los seres humanos. Una relación en la que podamos, efectivamente, ser humanos. 


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Anticapitalistas

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