Los anticapitalistas tenemos claro que no habrá democracia mientras los trabajadores y el pueblo no sean poder. Sin embargo debemos reconocer que muchos gobiernos crean un aparente consenso nacional que es lo más cercano a la democracia que puede haber sin salir del capitalismo. El filosofo francés Alain Bihr lo dice:  "El presupuesto era que un gobierno democrático no puede gobernar contra la calle".

Lo que hemos visto en las declaraciones de Dina Boluarte es que su proyecto es exactamente el opuesto: gobernar contra la calle. Por eso, a diferencia de Merino, a ella no le importa el número de muertos. Sabe que ese es justamente  su soporte: la violencia policial. 

Por eso no le ha importado allanar locales sindicales, asesinar ciudadanos, tomar presos con una agresividad inusitada. Ya no considera que su legitimidad provenga de las urnas y que deba rendir cuentas a sus electores y, más ampliamente, a todos los ciudadanos, de sus compromisos anteriores o, más en general, del bien público. Su única legitimidad es ahora la que ostenta a partir de su total servilismo a los intereses del capital y en particular de su fracción hegemónica, el capital financiero”.

Por eso no va a bastar demostrar, mediante manifestaciones callejeras masivas y repetidas, apoyadas por algunas jornadas de huelga, que el gobierno es impopular y está privado de toda legitimidad democrática, independientemente de si es constitucional o  no. La cuestión que se plantea ahora es cómo construir un movimiento fuerte para ganar. Porque no hay otra alternativa.

Todo el mundo es consciente que la situación no se presenta nada fácil, por ello el margen de error para la estrategia es, también, pequeño. Y de hecho la dispersión del movimiento ya es un error. Ahora que todos estamos en Lima es necesario que establezcamos una sola dirección unitaria, en la que esté la CGTP y la Asamblea de los Pueblos pero no solo ellos sino representantes de todas las delegaciones. 

Vamos a ganar. Nuestros muertos nos lo exigen.