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Allende: un gobierno en conflicto

Publicado: 2023-09-14

Los años 60 y 70 fueron años de cambios sociales. La lucha de Vietnam convocó en verdad a todo el mundo. Como parte de esa lucha nació el movimiento hippie bajo las banderas de paz y amor. Pero también el mayo francés el 68, el mismo año en que en el Perú un golpe militar de izquierda avanzaba hacia la reforma agraria. En el espacio del “socialismo real” hay un movimiento fuerte de democratización que en verdad ya había comenzado en Yugoslavia y Hungría pero que tiene su punto más alto en Checoslovaquia el mismo 68 y que es abortado por la invasión de la Unión Soviética y sus cómplices. Así los tres espacios de la revolución: el mundo desarrollado, el tercer mundo y el espacio estalinista estaban en ebullición.

Ese momento de cambios se vivió en Chile a partir del 64 con el gobierno de la Democracia Cristiana. Eduardo Frei entra con un programa de “Revolución en libertad” que incluía el desarrollo del cooperativismo, la reforma agraria, la reforma educativa y varios cambios más. Pero que, sobre todo, permitió el impulso de un movimiento social que rebasaba completamente los límites que el gobierno proponía. Se trataba de un movimiento hacia el socialismo que se expresa en el triunfo de Salvador Allende.

Pero Allende no tenía el piso muy firme. De hecho, tenía el Congreso en contra. Así podemos decir que era un gobierno en conflicto en el que una de las dos fuerzas debía imponerse (como fue el caso Castillo) o una tercera intervenir, que fue lo que sucedió.

El movimiento era suficientemente fuerte como para esperar que sea Allende el que se imponga. De hecho, su elección fue toda una fiesta. Pero la fiesta continuó durante tres años Cada huelga patronal, cada movida del congreso, cada intromisión del imperialismo, era respondido desde abajo. Y es que, en eso la diferencia con Castillo, si se le veía con ganas de cumplir su programa. Entonces nacen órganos de poder popular, los Cordones Industriales, que ocupan las fábricas, critican la indecisión del gobierno, y crean condiciones para un triunfo desde abajo. Era necesario reorganizar el ejército y cerrar el congreso. Eso era lo que la gente pedía en las calles.

Allende, en lugar de eso, buscó alianzas con los golpistas. Confundiendo democracia con institucionalidad le declaró su fidelidad al congreso, criticó de “ultraizquierdistas” a quienes le advertían del golpe, apresó a los suboficiales que impidieron la primera asonada golpista. En vez de reformar radicalmente el ejército le dio ministerios a los futuros golpistas. Es más, aceptó la ley de control de armas, 17798, que fue usada por las fuerzas policiales para allanar sindicatos y organizaciones sociales. Eso no solo desarmo físicamente al pueblo. En realidad, había muy pocas armas. Sobre todo, tuvo un efecto desmovilizador.

Ante el empate entre Congreso y presidente intervino una tercera fuerza: el ejército. Y lo hizo como ellos saben, con una brutalidad sin límites. Comenzó bombardeando la Casa de la Moneda donde Salvador Allende murió como lo que realmente era: un soldado de la revolución. Nuestras criticas nunca disminuiran su entrega tanto en vida como en el momento de la muerte. 

El nuevo régimen arrestó o “desapareció” a miles de activistas, docentes, abogados, sindicalistas y estudiantes de izquierda. Pinochet desató un régimen de terror y crueldad diseñado para intimidar a sus oponentes y aplastar a las y los socialistas. Su reinado duró 17 años y marcó el comienzo de duras políticas neoliberales, una forma de capitalismo que supone plenas libertades para las empresas y represión para sus trabajadores.

Miles de chilenos tuvieron que salir al exilio. Y el Perú se portó muy bien. El gobierno de Velasco Alvarado puso protección en la frontera para que quienes vinieran a buscar amparo no teman a sus perseguidores. La izquierda peruana salió en resguardo de sus similares de Chile. Lo malo fue que con algún grado de sectarismo de modo que unos apoyaban a los de la UP y otros a los del MIR. Al medio quedaban sindicalistas, personas sin partido, demócratas, que durante una temporada no tuvieron a nadie. Hasta que personas de buena voluntad comenzaron a acogerlos. 

Luego, en 1975, la subida de Morales Bermúdez cambio el panorama. Ya no era aliado de los refugiados sino de las bandas criminales que gobernaban Chile y Argentina y con las que elaboró el “Plan Condor”. Cuando en los libros de colegio dicen que Morales restauró la democracia ya sabemos de que estamos hablando: el dominio de una clase sobre toda la población. Esa es la democracia que alguna izquierda defendió cuando voto por deponer a Castillo.


Escrito por

Anticapitalistas

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