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Historia de un genocidio

Escribe: Daniel Mathews

Publicado: 2023-10-24

A partir de la expulsión de los judíos del territorio romano, en el año 50 después de Jesús, que los retiró de Palestina no se pudo hablar de un espacio propio de ellos. Durante 20 siglos la nación judía, si se puede hablar realmente de nación en este caso, era la más pacifica del mundo. Se trataba de un pueblo "sin raíces", incrustado en el seno de múltiples Estados nacionales, para el que la idea de "defensa de la patria" estaba completamente desprovista de sentido. Los judíos que llegaron en 1948 lo eran en sentido religioso, pero también eran alemanes, polacos, rusos o norteamericanos. El Estado de Israel es la negación exacta de aquel pueblo universalista que le dio al mundo tantos aportes como los de Freud, Marx o Einstein. No es raro que este último se haya opuesto a la bomba atómica. Era parte de un pensamiento que se veía a si mismo como “la sal de la tierra” y creía que todo debía arreglarse a partir del diálogo y la simbiosis con otras culturas.

El sionismo nació, como movimiento político, a final del siglo XIX. Su fundador y padre espiritual, Theodor Herzl, era un judío húngaro establecido en Viena que escribía para el principal semanario de la ciudad, el Neue Freie Presse. Era un intelectual asimilado, obsesionado por su admiración hacia la aristocracia germánica. Profundamente conmovido por el ascenso del antisemitismo en la capital austríaca, así como por las manifestaciones antisemitas que marcaron al asunto Dreyfüs en Francia, a los que asistió en su calidad de periodista, llegó a la convicción de que el antisemitismo era un fenómeno "eterno" y que no había nunca salvación posible para los judíos en diáspora. Para convertirse en una nación "normal", respetada en el mundo y orgullosa de sí misma, debían crear su propio Estado (de preferencia una monarquía constitucional dirigida, eso caía de su propio peso, por Herzl en persona).

El objetivo estatal de Herzl no apuntaba forzosamente a Palestina. Judío asimilado, predicaba una visión pragmática de la cuestión judía que no tenía gran cosa que ver con el tema de la vuelta a la "tierra de los padres". Para Herzl, Uganda o Argentina podían muy bien servir. La elección palestina se impuso sobre todo por su valor simbólico y su fuerza evocadora para el imaginario judío.

Cuando se señalaba que, en realidad, Palestina estaba ya habitada por los árabes, los sionistas políticos no llegaban a ver en ello un obstáculo. Hijos de un prejuicio etnocéntrico profundamente enraizado en la cultura occidental del siglo XIX, el sionismo se fundaba, en la concepción del mundo no europeo como espacio colonizable. Los sionistas se consideraban como constructores del progreso y de la civilización occidental en el Oriente atrasado. No es raro que hoy digan que los sionistas de hoy digan que los palestinos son “animales humanos” como hizo el ministro de defensa de Israel Yoav Gallant. La deshumanización de los palestinos comenzó muy pronto y prosigue hoy. Por ejemplo, Abraham Yair, conocido porsu seudónimo de “Stern”, que dirigía el grupo terrorista judío Lehi, definía a los árabes como “bestias salvajes del desierto y no un verdadero pueblo” Ya decían eso antes de llegar.”

Podría compararse con el debate entre Jinés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas sobre la humanidad de nuestros ancestros. La comparación es, sin embargo, coja. Mientras para el español la falta de humanidad de nuestros ancestros permitía su explotación radical, los sionistas nunca se propusieron eso con los palestinos. El objetivo de crear un Estado puro o predominantemente judío en la Palestina árabe en el siglo XX sólo podía dar luz a un proyecto de naturaleza colonial y exclusivista. Al contrario de otros movimientos colonizadores, los colonos sionistas no pretendieron incorporar a la población colonizada como una clase trabajadora explotada, sino reemplazarla. El movimiento obrero sionista era el principal defensor de este programa de “judaización del trabajo” y de otras dos consignas racistas del movimiento sionista: “producción judía” y la “pureza de las tierras adquiridas judías”.

Al principio no tuvo mayor recepción de parte de sus posibles beneficiados. La mayor parte de los judíos que salían de Europa oriental se dirigían a los Estados Unidos (85%). Solo un 4% fue hacia Palestina. Fue la persecución nazi la que fortaleció la idea de un “hogar nacional judío”. Pero aún así la ruta hacia Palestina fue impuesta. Enzo Traverso nos cuenta que:

Durante los años treinta, no fueron los sionistas quienes lucharon por la apertura de las fronteras de los Estados Unidos donde, tras la crisis de 1929, habían sido fijadas cuotas irrisorias para la emigración judía. Las autoridades sionistas se opusieron incluso a las luchas de la izquierda americana para imponer al Gobierno la acogida de las víctimas de las persecuciones nazis en Europa. Tras la subida de Hitler al poder, la Organización sionista rechazó asociarse a las campañas por el boicot a la Alemania nazi que comenzaba a perseguir a los judíos, y sus emisarios fueron a Berlín a negociar con los nazis la transferencia a Palestina de los bienes de los judíos alemanes obligados a emigrar. Esto no podía sino contribuir a legitimar al régimen nazi.

La creación del Estado de Israel fue una maniobra imperialista. Luego de la Segunda Guerra Mundial hay un proceso en que los Estados Imperialistas comienzan a abandonar sus colonias. Esto obliga a Inglaterra a buscar una solución para no entregarle Palestina a los pueblos originarios de la región, pueblos en los que judíos, musulmanes y cristianos vivían fraternalmente. Y el subterfugio fue la creación del Estado de Israel por la Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947.

Desde ese momento comienza un doble proceso del que los últimos acontecimientos son parte. Por un lado, un genocidio: aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos. Por otro, un sociocidio, la destrucción del pueblo palestino, no sólo en tanto que entidad política o grupo político nacional sino en tanto que sociedad. Su objetivo final es la expulsión de los palestinos de su patria (es decir una purificación étnica total o a gran escala). El historiador sionista Benny Morris dice que “hoy Oriente Próximo sería un lugar más sano, menos violento, con un Estado judío entre el río Jordán y el Mediterráneo”.

El sociocidio supone como estrategia la liquidación de ciudades. De once ciudades palestinas caídas entre las manos de Israel, cinco fueron completamente vaciadas de su población, siendo sus habitantes reducidos al estado de refugiados desenraizados, sin domicilio y sin dinero. Estas cinco ciudades son: Safad, Majdal, Tiberiades, Beisan, Beer-Saba. Todos fueron reagrupados y amontonados en pequeñas zonas de fuerte densidad de población (reservas), mientras que sus casas, así como las de quienes habían “partido” eran ocupadas por judíos. Durante días y semanas, actos de vandalismo y progromos fueron la regla. Los palestinos restantes se habían convertido en ciudadanos de tercera clase (en el Estado de Israel la segunda clase estaba compuesta por inmigrantes judíos venidos del mundo árabe).

Otro tema a ser destruido como parte del sociocidio fue la cultura. Los israelíes destruyeron, robaron o confiscaron la mayor parte de la herencia cultural escrita incluso las bibliotecas públicas, los archivos, la prensa, las imprentas y las editoriales, el catastro, los centros culturales, los cines y los teatros. A esto hay que añadir los archivos de los consejos municipales, de los hospitales, de las escuelas, las bibliotecas privadas, los papeles de familia y los diarios íntimos de los intelectuales como Georges Antonius, ´Aouni Abdel Hadi, Henri Cattan, Mustafá Mourad Eddbagh, entre otros.

Hoy la posibilidad de una destrucción total de Palestina es cada vez más fuerte. Israel ordenó a la población sitiada en la mitad norte de la Franja de Gaza que evacuara hacia el sur, advirtiendo que pronto intensificaría su ataque contra la mitad superior de la Franja. La orden ha dejado a más de un millón de personas, la mitad de las cuales son niños, intentando huir frenéticamente en medio de ataques aéreos, en un enclave amurallado donde ningún destino es seguro. La ONU ha advertido que la huida de personas desde el norte de Gaza hacia el sur creará «consecuencias humanitarias devastadoras» y «transformará lo que ya es una tragedia en una situación calamitosa»

Bibliografía

Della Pérgola, Sergio (1983) Le transformazioni demografiche della diáspora ebraica, Torino, Loescher.

Morris, Benny (2004) The birth of the Palestinian refugee problem revisited, Cambridge University Press, 2004,

Perlmutter, Amos. (1987) The life and times of Menachem Begin

Traverso, Enzo (1992) El sionismo: una utopía ambigua, en Viento Sur N° 4, Agosto 1992 pp. 7-17


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Anticapitalistas

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