Por los Estados Unidos Socialistas de América Latina
Acuerdo del Encuentro Anticapitalista
Desde el 2008 la crisis mundial dio lugar a una fase de crecimiento débil que todavía atravesamos a partir de la desaceleración del crecimiento de China el 2012 y a una etapa de presiones globales por la restructuración capitalista. En distintos puntos del planeta esto se expresó en lo que se ha llamado “la triple reforma”: reforma laboral, reforma tributaria, reforma previsional. El neoliberalismo entra en crisis. Crisis que se manifiesta en diversos proyectos que tanto pueden significar un viraje hacia la derecha como hacia la izquierda. Digamos que los extremos se muestran claramente en América Latina con Chávez por un lado y Milei por otro. Podemos diseñar tres políticas más o menos definidas:
• Aquellas que intentaron conservar o renovar el neoliberalismo
• Otras caracterizadas que suponen una mayor agresión contra el movimiento social ya sea como neoliberalismo autoritario, neoconservadores, nacionalismo económico y últimamente libertarios. Llamamos neoconservadores aquellos grupos que centran su accionar en un rescate de valores tradicionales (familia patriarcal) que el neoliberalismo había relajado como vemos en las contradicciones que se han desarrollado en el Perú entre el ejecutivo y el legislativo por los “derechos del concebido”. El ejemplo más claro de nacionalismo económico es el propio Trump al que resultaría difícil llamar neoliberal.
• Opciones progresistas, de izquierda nacional popular, una serie variopinta de gobiernos que fueron resultado de insurrecciones contra el neoliberalismo. Contra aquella izquierda institucionalista que cree que al gobierno se llega por una acumulación de fuerzas electorales podemos afirmar que ninguno llegó sin un movimiento popular previo. La elección de Petro en Colombia fue producto de la gran movilización contra la reforma tributaria que en el momento electoral se convirtió en una fiesta cívica.
Hay que tener en cuenta que no siempre los gobiernos progresistas han coincidido con las aspiraciones populares. Correa rompe pronto con los pueblos originarios de Ecuador porque olvida el artículo constitucional que le da derechos a la madre tierra y abandona el proyecto Yasuni. En Chile el triunfo del candidato progresista le restó fuerza al proceso constituyente produciéndose un empate en el que dos proyectos constitucionales contrapuestos fueron rechazados.
En lo que respecta a Venezuela el paso de Chávez a Maduro trajo en lo político un cambio en el sustento social del gobierno que pasa de apoyarse en los Comités de Defensa de la Revolución a tejer una alianza con los militares y la nueva burguesía surgida a raíz del auge petrolero. En los económico la crisis venezolana es mayúscula. El índice de precios al consumidor en Venezuela se quedó finalmente en un 193% durante 2023, un poco más baja de lo previsto, de acuerdo a las cifras ofrecidas por el Observatorio Venezolano de Finanzas.
En el Perú el supuesto gobierno de izquierda de Castillo no tuvo nunca un rumbo claro limitándose a ir jugando a establecer una correlación favorable en el Congreso que, sin embargo, tenía como clara meta la vacancia. Meta que quedó clara incluso antes de la juramentación y que solo podría haber sido neutralizada con una movilización social que cerrara el Congreso y que Castillo se negó a organizar por un afán institucionalista.
El fracaso de los gobiernos progresistas deja al movimiento social sin una alternativa política. Por lo mismo fortaleció las opciones de derecha: Bolsonaro en Brasil, Bukele en El Salvador. Experiencias que tuvieron impacto en la toma de conciencia de nuevas derechas que tiene una cierta fuerza expansiva en América Latina.
A esto hay que añadirle el problema de la violencia delincuencial. América Latina no llega, por su condición dependiente, a desarrollar una burguesía propia. Así su clase dominante es en verdad una ligada a los negocios ilegales, informales y depredadores: minería, madereros, narcotráfico. No es raro que se den leyes en apoyo a estos sectores, como la ley antiforestal, o que se nombren autoridades destinados a protegerlos como la ex Fiscal de la Nación. Junto a ellos aparece un lumpen que acrecienta aún más el crimen urbano. Tanto financiados por grupos de derecha o mafias organizadas (el terrorismo de Resistencia en el Perú, los paramilitares en Colombia) como simple delincuencia.
Decir que los culpables son los migrantes (en Chile los peruanos, en Perú los venezolanos) es una manera de mirar la paja en vez de la viga. No se resuelve el problema atacando la migración sino luchando contra el capitalismo. Por lo mismo, no puede resolverse a partir de una alianza con los gremios empresariales como pretende la central sindical.
Un camino exactamente opuesto al enfrentamiento entre hermanos es el de estrechar lazos entre nosotros. Sobre todo, si estos se hacen entre los explotados y oprimidos de siempre. Desde las batallas contra el colonialismo han sido las poblaciones racializadas, los pueblos originarios los que han insurgido una y otra vez para enfrentarse al poder. Eso es lo que viene ocurriendo en el Perú como respuesta al golpe congresal. Con esa fuerza y con movimientos parecidos en todo el continente podemos superar las limitaciones del progresismo y avanzar hacia los Estados Unidos Socialistas de América Latina. Nuestro norte es el sur.