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El socialismo como apuesta. Respuesta a Germán Altamirano.

Escribe: Daniel Mathews

Publicado: 2024-04-17

El compañero Altamirano ha publicado un libro con el que nos reta a polemizar a los marxistas. Cojo el guante. Creo que la salud del movimiento popular se vería afectada si dejamos que prosperen algunas ideas.

La apuesta marxista

La idea de Altamirano no es nueva: el marxismo es una ideología anti humanista, que pone leyes abstractas donde todo debería fluir por la buena voluntad de los humanos. Nos dice que para el marxismo la sociedad “está sujeta a las mismas leyes que físicas que rigen la materia” “tales como la lucha de clases y factores de producción” y que por eso “no puede ser cambiado por la voluntad o intencionalidad de los seres humanos”.

¿De dónde saco eso? No lo sé, alguna vez le pregunte y no supo responder. En realidad, cualquier lectura de textos marxistas te diría lo contrario. El socialismo es una apuesta. Es la apuesta más atrevida que podemos hacer. Es nadar contra corriente. Es seguir creyendo que la humanidad puede cambiar a pesar de que los intentos de cambio hasta ahora han fallado. Y si han fallado es justamente porque son una apuesta.

Que haya leyes necesarias en la Historia, eso Marx jamás lo ha dicho. Reto a Altamirano que me saque una cita de Marx, no de Stalin o cualquier otro sino de Marx, que hable de leyes de leyes. Menos aún leyes comparables a las de la física. Hay tendencias, pero no hay leyes. Los que creen que la revolución va a ser inevitable por leyes necesarias y, por lo tanto, la superación del capitalismo por el cumplimiento de las leyes de la naturaleza está fuera del pensamiento marxista.

Esto ha quedado dicho en más de un dicho de pensadores marxistas. Es la clásica disyuntiva “socialismo o barbarie” de Rosa Luxemburgo antes de la Segunda Guerra Mundial, en la que lamentablemente triunfó la barbarie. O es Lucien Goldman hablando de la fe:

La fe marxista, es una fe en el porvenir histórico que los hombres mismos construyen, o más exactamente, que nosotros debemos construir a partir de nuestra actividad, una ‘apuesta’ por el éxito de nuestras acciones; la trascendencia que el objeto hace de esta fe no es ni sobrenatural ni transhistórica, sino supra-individual, nada más y nada menos

Daniel Bensaid escribió un bello libro sobre esto: La apuesta melancólica. muestra que la idea de revolución se opone radicalmente a la fe paralizante en un futuro garantizado, así como al encadenamiento mecánico de una temporalidad implacable. Refractario al desarrollo causal de los hechos ordinarios, la revolución es interrupción. Momento mágico, la revolución remite al enigma de la emancipación, en ruptura con el tiempo lineal del progreso

No puedo dejar de mencionar a Mariátegui y su visión religiosa de la revolución. Para Mariátegui los comunistas tenemos tanta fe como los cristianos. La diferencia es que queremos construir el paraíso aquí en la tierra. La religiosidad será una actitud, una disposición espiritual al heroísmo, a la lucha, a la fe, que no contiene elementos trascendentes, sino que se mueve completamente en el plano de la inmanencia y de la historia.

¿Un esquema de progreso?

A veces pareciera que este tiempo lineal del progreso si está presente en alguna parte de la teoría marxista. Que hay una cierta progresión que arranca en el esclavismo y que, luego de pasar por la feudalidad y el capitalismo, acaba en el socialismo. Es una mirada engañosa. En primer lugar, Marx fue muy claro al insistir que eso es un recorrido por la historia europea. Puede haber otros sistemas productivos. Nos habla del sistema de producción asiático, por ejemplo. Podríamos hablar quizá del sistema tahuantinsuyano. En carta a Vera Zasulich le dice que lo que escribió en El Capital es valido solo para Inglaterra y parte de Europa. Pero le dice algo más: la revolución será distinta en países como Rusia donde la comunidad campesina se conserva. Mariátegui no había leído esas cartas cuando propone lo mismo para el Perú y nos dice que la revolución será sin calco ni copia.

Además, la idea de progreso es negada para ofrecer la de cohesión social. Y Engels pone un ejemplo muy claro de esto en El origen de la familia, refiriéndose a la lucha de liberación nacional de los zulúes contra los colonialistas ingleses en los años de 1879 a 1887

Los cafres de Zululandia hace algunos años y los nubios hace pocos meses (dos tribus en las cuales no se han extinguido aún las instituciones gentiles) han hecho lo que no sabría hacer ninguna tropa europea. Armados nada más que con lanzas y venablos, sin armas de fuego, bajo la lluvia de balas de los fusiles de repetición de la infantería inglesa (reconocida como la primera del mundo para el combate en orden cerrado), se echaron encima de sus bayonetas, sembraron más de una vez el pánico entre ella y concluyeron por derrotarla, a pesar de la colosal desproporción entre las armas y aun cuando no tienen ninguna especie de servicio militar ni saben lo que es hacer la instrucción.

Democracia y dictadura

Altamirano critica la idea de “lucha de clases” como una de las “leyes físicas” que “impiden que el mundo cambie”. Curiosa forma de criticar al marxismo que justamente pone el cambio y la conservación en manos de los intereses antagónicos que mueven la sociedad. La alternativa socialismo o barbarie no tiene que ver con que haya buenos y malos. Lo real es que hay un sistema -cuya barbarie continua hasta nuestros días- que ha pasado a ser contrario a la creatividad humana (la principal fuerza productiva) y por cuyo cambio apostamos.

Pero, claro, en algún momento pareció que el remedio era igual o peor que la enfermedad. El estalinismo, con todas las libertades conculcadas, con el dogma del partido único, con un férreo culto a la personalidad. Fue exactamente lo opuesto a la propuesta de Marx e incluso de Lenin. Marx ve en la Comuna de París la superación del Estado como fuerza opresiva. La clase política, la que siempre gobierna, fue superada (huyo a Versalles junto con la burguesía) y se instituyó un gobierno comunal, asambleario. Los soviets en Rusia fueron algo parecido.

Altamirano critica al marxismo por el régimen de partido único. Pero lo reto a encontrar una cita de Marx que hable de partido único. Cuando, forzados por una situación de guerra civil, los bolcheviques prohibieron los partidos fueron las marxistas las primeras en criticar esta medida. Y lo pongo en femenino porque fueron dos mujeres: Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollontai. Kollontai proponía que las fábricas no fueran dirigidas por técnicos ligados al partido sino por sus propios trabajadores a través de los sindicatos. Y es que solo ejerciendo verdadero poder los trabajadores podrán liberarse de sus cadenas y para eso necesitan libertad de reunión, organización (inclusive partidaria), movilización, prensa. Caso contrario se formará una nueva clase política, de izquierda quizá, que se sobreponga al régimen comunal o soviético.

Altamirano critica al marxismo por la “dictadura del proletariado” porque cree que, como en nuestras dictaduras, se trata de un partido o una persona. Pero, estoy seguro, no ha leído en Marx el término “dictadura del proletariado”. Y es que en la bibliografía del libro aparecen solo dos textos de Marx: El Capital y Manifiesto Comunista. Al contrario, en el Manifiesto se propone que “el primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia”. Y es que, en efecto, el gobierno de la clase política (una minoría) es aristocracia. Solo cuando la mayoría de la población gobierna puede hablarse de democracia. Pero el compañero Altamirano me dirá que el ha escuchado que los marxistas hablan de dictadura del proletariado. Que poco serio eso de escribir de oídas ¡A investigar compañero! Lo ayudo. El término surge después de la Comuna de París. La Comuna fracasó porque no tomo las medidas económicas (expropiación del Banco Central) y políticas (perseguir a Thiers) que derrotaran de una vez a la burguesía. No se está planteando pues que deje de ser un gobierno comunal para imponer un dictador. La propuesta es expropiar a los expropiadores, en el terreno económico y político en una acción de fuerza de clase. El problema viene cuando la clase es remplazada por el partido.

La propuesta de Altamirano

Hemos visto que Altamirano le hace al marxismo las mismas criticas que la derecha. Las hemos desmontado. Ahora veamos su propuesta. En realidad, son muchas y la mayoría de ellas con algún grado de coherencia. Lo que me interesa es saber si va más allá del capitalismo en el terreno económico. Y no, no va: impulsar la inversión pública y privada, orientar las empresas privadas, apoyar la creación de la banca ética. Todas las propuestas de la página 44 apuntan hacia el capitalismo. Como será posible la banca ética si el criterio de la banca, y de toda la economía, es obtener la mayor ganancia con la menor inversión. No nos lo dice Altamirano. Solo son una lista de buenos deseos, todos en favor de las empresas capitalistas.

Y es que para él la lucha ya no es por cambiar el sistema. No es por acabar con el capital, menos con el imperialismo. La tarea es pasar de uno unipolar a uno multipolar. A eso está dedicado el último capítulo. Ojo que la existencia de varios polos no es cosa nueva. Las guerras mundiales han tenido ese origen. Es por eso que Lenin definía al imperialismo como la era de las guerras y las revoluciones. Frente a ello es necesario proponer un antiimperialismo coherente.

Las transformaciones de Rusia y China durante las últimas décadas han creado dos grandes potencias capitalistas interesadas en consolidar sus propias zonas de influencia y su control político, económico y militar, proyectando sus intereses más allá de sus fronteras. El hecho de que estos proyectos imperialistas sean más débiles que el imperialismo occidental no altera su contenido ni su naturaleza.

Quienes sostienen que Putin o China reaccionan frente al imperialismo occidental tienen razón: el imperialismo occidental es una fuerza dominante y agresiva. Pero hay que subrayar que los gobiernos ruso y chino no responden como fuerzas antiimperialistas, sino con sus propios planes de control y dominación. La invasión de Ucrania por la Federación Rusa forma parte de esta política imperialista, y como tal constituye una violación flagrante del derecho de las naciones a la autodeterminación. Al afirmar este derecho, hemos de reconocer que la resistencia ucraniana es una guerra justa contra la agresión imperialista. Rechazamos el expansionismo de la OTAN, pero este rechazo no implica el apoyo al expansionismo ruso, si nos atenemos a los dos primeros principios mencionados más arriba. Apoyamos a los movimientos que se oponen en Rusia a la guerra de Putin contra Ucrania.

Lo mismo ocurre dentro de nuestras fronteras. Decir que el puerto de Chancay debe quedar en manos chinas para que no quede en manos norteamericanas es renunciar a nuestra soberanía. Es proponer alterimperialismo en vez de antiimperialismo

Altamirano en la práctica

Max Gluckman hace una distinción entre rebelión y revolución.

Cuando los subordinados se vuelven contra un dirigente, solamente quieren volverse contra su personalidad, sin necesariamente rebelarse contra la autoridad de la función que él desempeña. Ellos apuntan a sacarlo de esa función y a colocar otra persona en ella. Esto es rebelión, no revolución. Una revolución apunta a cambiar la naturaleza de las funciones y de la estructura social dentro de la cual se desenvuelven, no meramente cambiar las personas que están desempeñando estas funciones.

Si solo se trata de cambiar al presidente nos bastaría con nuevas elecciones. No tenemos que discutir las reglas impuestas por el neoliberalismo y ni siquiera las de la mafia neoconservadora. Basta vota, no por un candidato popular ni mucho menos. El voto por el “progresismo” ha sido la norma de cierta izquierda: Fujimori contra Vargas Llosa, Toledo, Ollanta, Alan, PPK. Pero Altamirano ha sido capaz de llegar más allá. No solo un voto critico sino ser parte de una lista. Y es que, claro, si yo tengo un programa capitalista ¿por qué no ser parte de una lista con ese programa?


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Anticapitalistas

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