Mujeres y capitalismo
Conversatorio entre Rossana Mandujano, Roman Garces y Coya Antay
El presente artículo es el resultado de una conversación entre tres personas que aportaron tres perspectivas sobre el tema: un varón, una mujer y un homosexual. Como en toda plática hubo cosas que no tuvieron consenso y que, por lo mimo, no se incluyen. El intercambio se hizo más rico aún porque se trataba de tres experiencias vitales distintas: la dirigencia vecinal en el Cono Norte, el rap en Chosica o el profesorado cañetano. Si alguien quiere escribir sobre el tema sus puntos de vista particulares será bienvenido. Por lo pronto sigamos festejando el día de la mujer que, al igual que el 1 de mayo, es día sagrado.
Desde Anticapitalistas hemos propuesto más de una vez que el sistema que combatimos no es una necesidad histórica sino el producto de una serie de derrotas sociales. La más grave fue la de los pueblos originario de Abya Yala, África y las Indias. De aquí salió el oro que permitió la “acumulación primitiva de capital” que estudia Marx. La actual lucha por conservar nuestros espacios agrícolas no es más que una continuación de esta historia entre nuestros pueblos y el imperialismo. Pero también hubo dos derrotas en Europa: la de los campesinos sometidos por el cercamiento de tierras y obligados a vivir en las ciudades como artesanos primero y luego como obreros. Y las mujeres que vieron literalmente como ardía la vanguardia intelectual femenina, que todavía no feminista.
Los fines de la Edad Media y comienzos de la Moderna, la transición del feudalismo al capitalismo y la constitución de los Estados modernos está precedida por la “quema de brujas”. La figura de la bruja encarna las historias de diferentes mujeres: parteras, yerbateras, intelectuales, perfumistas, viudas, ateas, lideresas y otras. Todas dominadas y perseguidas de diferentes formas por un orden que se erige en la opresión de las mujeres, de lo femenino. Un orden social, político, económico y cultural patriarcal, racista y clasista, que se convirtió en un escenario de eliminación de muchas mujeres, sus saberes y conocimientos. El objetivo era bastante claro: convertir la mujer en un objeto de placer del hombre y en una reproductora de mano de obra.
Como objeto de placer del hombre la mujer debía perder el control sobre su propio cuerpo. Es el hombre el que decide la cantidad de hijos que la mujer debe tener. Y para eso hay varios procedimientos aparentemente opuestos pero que coinciden en darle el poder al varón. Uno es la esterilización forzada. Los Estados Unidos fueron el primer país en aplicar la esterilización forzada, a fines del siglo XIX. Aunque la excusa fue las “enfermedades hereditarias” pero también se aplico contra los pueblos originarios y la población negra. Esto fue replicado por Hitler, tan partidario como sabemos de la política de "mejora de la raza" Años después esa misma política se aplicaría en el Perú en el régimen de Fujimori.
Otro procedimiento es la prohibición del aborto. Durante siglos el aborto fue permitido incluso por la iglesia. Si el cristianismo tiene 2000 años o más debemos tener claro que su lucha encarnizada contra el aborto no tiene más de 130. San Agustín (354-430 d.C), obispo de Hipona y máximo pensador del primer milenio del cristianismo, consideraba que el embrión no tenía alma hasta el día 45 después de la concepción. Por eso, distinguía entre el aborto realizado sobre un feto animado -que equiparaba al homicidio-, del aborto practicado sobre un "informe" sin alma humana En 1591 el Papa Gregorio XIV declaraba que mientras no hay feto animado el aborto no es homicidio. Recién la condena al aborto llega con Pio IX y la declaración de que María “fue concebida sin pecado original” (bula Ineffabilis Deus del Papa Pio IX en 1854). La clave, como ya se habrán dado cuenta, está en la palabra “concebida”. Eso coloca el alma, con o sin pecado original, desde el momento mismo de la concepción.
La prohibición del aborto tiene otra finalidad más: convertir las prácticas sexuales en un objeto utilitario, la finalidad del placer se elimina para dar prioridad a la procreación de mano de obra para el capital. La mujer queda reducida así a una maquina de reproducción y una empleada de cuidados. Cualquier práctica sexual no utilitaria, la homosexual por ejemplo, será condenada. Y sin embargo es posible afirmar que todos tenemos algo de homosexual. Esto se expresa claramente cuando la represión cultural disminuye, como en los casos de prisión, como nos narra Cecilia Montagut en su documental Cárceles Bolleras, lamentablemente retirado de youtube.
Si la relación sexual “oficial” niega el placer se hace necesario construir un espacio de permisión. Por eso parte del capitalismo es la prostitución. El capitalismo comercializa no solo a las mercancías sino a la propia humanidad. Y debemos considerar aquí tanto a las que se “venden” de por vida y se casan o continúan, aunque no hay amor, como a las que “alquilan” sus servicios. Por cierto, unas son socialmente aceptables y las otras no. A las unas se las ve como respetables amas de casa mientras a otras se les insulta, se las tacha moralmente y hasta se las mata. Por eso una de las primeras acciones de la Revolución Soviética fue eliminar toda la reglamentación contra la prostitución para dejar de verla como un problema delincuencial y tratarla como problema social.
Pero la represión a la sexualidad femenina no solo se aplica a las prostitutas. En la película El Patronato, sobre el “Patronato de Protección a la Mujer” que funciono durante el régimen franquista español (1936-1975) se ve como eran encarceladas bajo tutela católica mujeres por llegar tarde a su casa, usar ropa muy ligera, divertirse, salir con un hombre que no sea el esposo. Por supuesto los peores castigos eran para las que eran madres fuera del matrimonio y no solo no preguntaban quién era el padre, sino que les quitaban a los hijos y los vendían. Está claro que ser mujer y comunista también era castigado.
Hemos dicho al iniciar el artículo que el capitalismo nace a partir de la derrota de las mujeres. Pero es necesario decir también que esa derrota no fue definitiva. La resistencia también fue desde el principio. Ya en 1791 Olympe de Gouges redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana parafraseando la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano proclamada el 26 de agosto de 1789, el texto fundamental de la Revolución francesa. La lucha sigue desde ahí con voces tan importantes como Eleonor Marx, Clara Zetkin, Alejandra Kollontai, Emma Goldman, Flora Tristan, Evelyn Trent y otras. La película Mujeres del 36 nos habla de la historia de algunas mujeres que estuvieron en la Guerra Civil Española.
Bibliografía
Jane Hurst La historia de las ideas sobre el aborto en la Iglesia Católica. Lo que no se contó. Católicas por el derecho a decidir, México, 1998 (4ª edición)
Alejandra Kollontai La mujer nueva y la moral sexual. Ediciones hoy, Madrid, 1931