Para todes todo
Escribe: Kolla Antay
Mujeres, hombres, diversidades, negros, blancos, indígenas, psiquiatrizados, niños/as, ancianos/as, poetas, músicos, pobres, habitantes de la calle, ladrones de supermercados, prostitutas, migrantes, personas con capacidades alternativas, musulmanes, taoistas, cristianos, ateos, perros y gatos. Todos son bienvenidos en el capitalismo con tres pequeños requisitos: obediencia, silencio, invisibilidad.
Tienen que parecerse a las personas perfectas. Para eso se crearon los colegios. Lo primero que te enseñan es la disciplina. Ya Ivan Illich propuso que hay que desescolarizar la sociedad. Pero también la cárcel, el manicomio. Todos instrumentos para vigilar y castigar. Por eso decimos alto y claro: todos los presos son presos políticos. Abajo las cárceles. La no adecuación a los mandatos corporales y sociales se encuentra estrechamente vinculada al desarrollo histórico político de la noción de locura.
El capitalismo no es solo explotación laboral. Es un sistema a través del cual se castiga, invisibiliza, marginaliza o patologiza innumerables formas de vida colectiva. Es la imposición de una única manera de vivir que aparece como natural, neutral, correcta y saludable; la productiva, la ordenada, la no criminal. Y para eso también sirve la política colonial. El colonialismo es impuesto como herramienta de dominación contra los pueblos originarios, empleado para erradicar las concepciones indígenas y no occidentales de identificación que excedían el binarismo hombre-mujer. Por eso se animaliza a los pueblos originarios como a los palestinos, o se les declara "ciudadanos de segunda categoría" como a nuestros hermanos de Bagua.
Cuando comenzaron los movimientos de rebelión el capitalismo, tan hábil siempre, se las ingenió para también amaestrarlos. Pueden organizarse en algún espacio permitido. Pero hay que asegurarnos que las feministas no defiendan a los negros. Que los ecologistas no defiendan a los transexuales. Que los psiquiatrizados no defiendan a los músicos. Así, divididos, pueden organizar sus ONG y hasta recibir dinero. Pero, por favor, que no propongan un mundo incluyente porque eso sería anticapitalista. Es más, si el feminismo criminaliza a los hombres y rechaza a las diversidades, mejor aún. Que todes estemos dividides y se peleen los pobres con los pobres. Así los ricos andarán más seguros.
Y cada vez se intentó domesticar más estos movimientos. Así, por ejemplo, nace el feminismo del 1%. Ya Arruzza, Bhattacharya y Fraser nos han advertido que la primera discusión a librar gira en torno a qué feminismo queremos: si un feminismo liberal o peor aún en su versión más extrema (neoliberal) donde prevalezca la mirada individual y se concedan derechos en términos declarativos, esto es, recogidos por diversos instrumentos jurídicos-normativos pero inalcanzables en la práctica para el 99%. Ahora queremos ir más allá de nuestras compañeras, a las que queremos mucho, y proponer un todismo del 99%. Un mundo donde los únicos que no puedan entrar son los que nos explotan, oprimen, domestican.
La crisis capitalista acentúa aún más la necesidad de disciplina. No solo que el hombre trabaje, además que no se le ocurra pedir derechos laborales. No solo que la mujer cocine, sino que no se atreva a pensar en los derechos sexuales y reproductivos. Que el migrante no vaya a pasar ilegal. Que la prostituta no ejerza en la calle. Ya pronto habrá una ley que nos dirá como ser cristiano y el que no sea así ira preso. Que el propio presidente no vaya a oponerse mucho a las mafias poderosas porque le cae la "incapacidad moral permanente" y lo dejan fuera de todo cargo hasta el fin de sus días. Que no haya perros callejeros, todos deben vivir en casa, con amo y esterilizados para que no vayan dando malos ejemplos.
Mientras nosotres luchamos divididos, el capitalismo como totalidad social concreta, contradictoria y dinámica, moviliza todas las relaciones sociales de desposesión, devaluación y abyección. Nos convierte a todes en una otredad socialmente desechable si es que no somos útiles para poder producir y reproducir capital.
Y, sin embargo, las cosas no son tan fáciles para el capital. Es la lucha de clases, en su antagonismo dinámico, quien tiene la última palabra sobre las formas en que se organiza en un tiempo y lugar determinados la producción y reproducción social. La fuerza consciente de les explotades puede llegar a empujar contra los deseos del capital. Por eso es necesario que unamos nuestras luchas en un movimiento anticapitalista que vaya más allá de lo que se nos permite. Venceremos. Ven, seremos.